En el mundo existe esta creencia de que la plenitud es para privilegiados y que es imposible navegar las dificultades que se presentan con una actitud constructiva, en oposición a lo destructivo que ya nos rodea. Y es totalmente cierto.
Es una tarea casi imposible caminar sobre esta tierra sin sentir que algo no está en el orden en que realmente debería estar. Definitivamente hay muy poco que podamos controlar o arreglar, pero cuando se trata de nuestros vínculos y relaciones, tenemos más oportunidades de elegir de lo que nos imaginamos.
Es que es el amor y el vínculo el que nos lleva por las calles de las amarguras o nos eleva a las estrellas más brillantes. Es a través de las relaciones y de los vínculos que construimos nuestras pequeñas historias y hacemos crecer nuestras tribus. Caminando con los demás, es como disfrutamos de las causalidades, de las manifestaciones, y de las creaciones.
Aunque muchas veces quisiéramos escapar de la intensa carga emocional que despierta el encuentro, compartir es un cable a tierra y un punto de partida.
Correr el riesgo de conocerse en la oscuridad sucede mucho a través de nuestras relaciones y la forma en cómo nos vinculamos, no solo con otras personas sino con el entorno en general. Se siente tedioso e innecesario, pero el ejercicio de tomarse unos minutos para observar las reacciones que se nos disparan en respuesta a las acciones de otra persona, es un camino de profundos descubrimientos.
Cuando logramos hacer a un lado nuestros deseos, nuestros «tendría que…» y los “esto para mí, debería ser así”, y nos pausamos en quietud y silencio a sentir, aparece la incomodidad y las emociones difíciles de procesar, como la ira, el enojo y la sensación de separación de los otros, mostrando claramente que toda esta frustración tiene lugar en el cuerpo. Tiene una forma y una manera de vibrar.
Al observar las emociones bajo la luz de una conciencia despierta y atenta, nos topamos directamente con el mensaje que trae la incomodidad. Las veces que por primera vez recibimos este mensaje, vamos a optar por ignorarlo ya que no es la forma familiar con la que manejamos lo que recibimos de los demás. Esto esta bien, porque estamos aprendiendo, y aprender es un proceso. Es importante tratarse con compasión y paciencia.
La reacciones se disparan con el impulso generado por la molestia (una emoción es energía impulsada por un estimulo). Con la práctica de meditación mindfulness se aprende a estar y responder desde el espacio donde despierta un testigo interno que comienza a sentir y observar nuestras emociones y pensamientos, desde un lugar muy profundo.
Con la atención puesta de manera consciente en lo que se mueve y se contrae en el cuerpo, nace una perspectiva nueva y con el tiempo se hacen visibles las nuevas respuestas y opciones, que siempre estuvieron allí, pero estaban cubiertas por las reacciones condicionadas.
Estamos frente a la oportunidad del crecimiento real. Despiertos a nuestras reacciones habituales, nos paramos en el único lugar dónde la transformación es posible.
En el presente de abundantes posibilidades diferentes.
Si queremos experimentar relaciones en armonía, ¿Cómo nos movemos de sentir la molestia, hacia la acción que nos lleva a vivir relaciones más conscientes y vínculos nutritivos?
Al profundizar en la práctica de la escucha consciente del cuerpo en situaciones conflictivas y de resistencia, emerge el descubrimiento de hábitos y comportamientos que rompen las posibilidades de conexiones profundas con los demás y que también generan estrés psicológico.
Uno de los principales aspectos que fortalece esta desconexión es la falta de motivación o intención. No tener un rumbo fijo o una intención clara de como deseamos estar presentes para nosotros, puede traernos mucha dificultad para observar nuestro cuerpo en el momento en que el entorno se siente incomodo.
Para observar estos patrones a través del mindfulness te recomiendo:
Definir una intención o motivación propia para aprender a relacionarte contigo mismo/a. Construir objetivos y propósitos claros que vayan en línea con nuestros valores más importantes.
Pensar en lo que queremos en la vida y reflexionar sobre ello con la ayuda de la escritura terapéutica.
Incorporar acciones a la vida cotidiana que vayan acorde a los valores que te ayudaron a descubrir tu misión.
Reconocer los síntomas que genera la desmotivación:
- Estrés constante
- Presión
- Cansancio crónico
- No encontrar sentido en lo que hacemos
Reconocer la sensación de inspiración que lleva a la motivación:
- Sentir que tenemos algo por lo que vale la pena trabajar
- Sensación de certeza con lo que queremos aportar
- Poder de imaginar un legado y permitir que crezca
Explorar los patrones que generan la desconexión con los demás puede ser una tarea dolorosa, pero debemos tener siempre en cuenta que este tipo de ejercicios se hacen con una actitud de compasión y empatía con nosotros mismos, y una manera de hacerlo más amigable es respondiendo a algunas preguntas que nos sirven de guía para llevar la atención hacia donde será productiva, y nos ponga frente a lo que realmente queremos transformar en este proceso.
Poco a poco, diseña tu vida contestando estas preguntas:
-
¿Qué tipo de persona, padre, madre, pareja, amigo/a, y trabajador quiero ser?
- ¿Qué personalidad quiero mostrar?
- ¿Qué legado me gustaría dejar?
- ¿Cuáles son mis modelos de inspiración? Busca en las personas que admiras y representan una referencia del tipo de persona que deseas encarnar, y el tipo de relaciones que deseas construir.
- ¿Cuáles son las acciones diarias que me acercan a vivir según mi propia misión?
El despertar de la motivación es solo uno de los principales aspectos en los que podemos trabajar para mejorar la conexión con las demás personas y con nuestro entorno en general. Siempre debemos tener en cuenta que estos ejercicios están pensados para ser explorados y modificados para el mejor uso de cada persona, teniendo en cuenta los ítems principales.
Más adelante compartiré sobre otros ejercicios y prácticas de mindfulness y gestión emocional que nos permiten ayudarnos a construir vínculos que nos acompañen conscientemente, y que nos ayudan a transformar las limitaciones que nos alejan de ser recíprocos con aquello que buscamos recibir de los demás.
Llevemos en el corazón, que todo es un proceso y que el regalo más grande que nos podemos dar a la hora de trabajar en estos procesos personales es tiempo, paciencia, amor y compasión.
Foto de Askar Abayev en Pexels
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